domingo, 3 de mayo de 2009

Alegre y con los ojos tristes - Poema a Marcela Sepulveda DD 1974

Alegre y con los ojos tristes

A la memoria de Marcela Soledad Sepúlveda Troncoso, mirista, detenida el 26 de junio de 1974 y detenida desaparecida. En diciembre del 2008 el libro de poesía “A las puertas de la Villa Grimaldi” fue lanzado en el Parque por la Paz, a la memoria de Marcela y en presencia de su madre, hermano, familiares y amigos, por su autor Mario Aguilar Benítez, su “pololo clandestino”.

“Dígale a mi papá que me fui”, fue el único relato que se supo
Entre los corredores de miedo y de rabia cuando te detuvieron
Para llevarte a la tortura y a la muerte, tu muerte, nuestra muerte,
Mi muerte, que nos acompañó por tantos años de silencio.

Sí, Marcela, fuiste una de las desaparecidas que realmente se fue,
Pues nada supimos y hasta hoy día no hay testimonios de tu valor,
De tu miedo o de tus sentimientos personales, solo un libro que habla de ti,
Amada Marcela, siempre alegre y con tus ojos tristes, nadie supo nada de ti.

Tu memoria es la de muchos, pero el que hubieras pasado por el Liceo 7
Y hubieras sido parte de un movimiento estudiantil revolucionario
Me calaron, en mi otro mundo, el que siguió así, aunque fuera parte del “tuyo”.
Pues para ti crear poder popular era muy sencillo, era un proyecto de amor.

Y en esas tardes de estudiantes, esas noches furtivas de revolución y amor
Me enseñaste que la vida es un proyecto digno de vivir, que el miedo existe,
Y que el amor también, aunque me dijeras “nos van a matar a todos”.
Y tu signo de transformación: un pucho Lucky Strike en tus labios y los míos.

Y una mañana brumosa en Lampa dos dinos te llevaron hacia el silencio
Con tu máquina de escribir, tu famosa máquina, que seguramente llevó
Consigo todos los secretos de las teclas que manchaban y que podían
Compararse con los boletines que habías escrito antes, mucho antes.

Y no se supo más de ti, pararon tus estudios universitarios, se acabaron
Las risas y tus caricias, y el proyecto revolucionario de dar casa a los sin casa,
Tu gran sueño terminó, y para mí el silencio llegó, y se convirtió en un aullido,
El aullido que tardó muchos años en salir de mi pluma.

Eras feliz, una revolucionaria feliz, callada pero decidida, no tenías miedo,
Miedo de la muerte, no habías conocido la tortura, pero sí tenías miedo
De quedarte sola, de no tener las caricias y el cariño que te merecías
Y al final te llevaron y te fuiste, pero te quedaste con el cariño y las caricias de la memoria.

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